Hay estudios que afirman y demuestran que la solidaridad aumenta la satisfacción personal y por ende, la felicidad. Rakel Ostoaga (1965, Legazpia), cocinera y auxiliar de enfermería desde hace casi cuatros años en el convento de hermanas de Hijas de San José en Gernika, ha vivido esta verdad desde su infancia, influenciada por la generosidad de su padre y el ambiente solidario que siempre reinó en su hogar. Su propia historia de superación frente a un cáncer con metástasis a los 15 años resalta la importancia de valorar las pequeñas cosas de la vida. Después de una intervención y cuatro años de tratamiento, Rakel desafió las expectativas médicas y hoy, con alegría, afirma tener un hijo de 36 años.
Rakel es un ejemplo de lucha y entrega. A pesar de dedicar parte de su tiempo al trabajo en Askora, ha participado activamente durante dos años en diversas iniciativas solidarias a través de un grupo privado de Facebook llamado ‘Nos ayudamos: cadena de favores, trueques, donaciones…’. Este grupo, inicialmente enfocado en recaudar fondos para familias desfavorecidas en Bizkaia, ha tomado un nuevo rumbo. Ahora, dedican sus esfuerzos a colaborar con dos menores afectados por enfermedades raras, el síndrome CTNNB1 y STXBP1, brindando apoyo a sus familias para terapias y financiando la investigación de estas enfermedades. Además, se han unido a la causa de la asociación Esku Hutsik, ofreciendo apoyo y aportando arrullos a los hospitales para que las familias se despidan de sus bebés; una forma de arropar a las familias que atraviesan un duelo perimetral.
Con una humildad admirable, Rakel contribuye aportando su granito de arena con labores manuales: “Me resulta complicado hacerlo económicamente, pero creo que se puede ayudar de otra forma. Confecciono bolsos, bufandas y ¡hasta he llegado a hacer 23 tortillas de patata para un mercadillo solidario!”. Su implicación con estas causas refleja no solo su solidaridad, sino su compromiso con mejorar la vida de quienes más lo necesitan.
Además de colaborar con dichas causas, Rakel ha ayudado a animales desamparados, gestionando llamadas con contactos cercanos o con los municipales: “Una pasión heredada de mi padre, quien acogía y cuidaba perros y gatos heridos de la calle”.
Al preguntarle sobre futuras colaboraciones, Rakel revela su deseo de ser voluntaria en la planta de oncología infantil de Cruces, aunque reconoce que el tiempo a veces juega en su contra. Hoy, la felicidad se refleja en su rostro cuando habla de Askora: “Me siento agradecida por pertenecer a este grupo que comparte valores como la cercanía, humanidad, bondad y empatía. Es una oportunidad que me hace sentir realmente realizada”.